“Paren el mundo que me quiero bajar” (Mafalda)

Uno de los problemas más dramáticos de la actualidad, es la relación entre el derecho y los  hechos. Todos los que transitamos en este colectivo jurídico, cuestionamos y preguntamos, porqué el mundo se adapta al derecho y no al revés.

 

Todos se plantean  que  no es posible que la ética sea derrotada en el terreno de la realidad, conocida como la “real politik”, la política de la realidad  que  supera  cualquier  límite.

 

¿Es posible suponer que  Maquiavelo  imponga las condiciones de la sociedad internacional?

 

¿Debemos recurrir a  Bismark para interpretar la realidad internacional?

 

A veces  nos sentimos  como si fuéramos tripulantes del  avión de la tragedia de los Alpes franceses, determinados  al  desastre, sin poder  influir  sobre el curso de los acontecimientos. Una  imagen  excesivamente dramática, aunque inevitablemente real.

 

¿Debemos admitir el triunfo del  pesimismo? No es nuestro estilo de vida que apunta a un moderado optimismo. Debemos  luchar  para que  el derecho sea  la regla de conducta entre los Estados, que el concierto de los Estados sea un  verdadero concierto  y no  un monólogo, donde  se decide la suerte de  todos , sin la  intervención de nadie.

 

Porque lo cierto es que no  existe una participación democrática en las decisiones  que pueden alterar el destino de cada uno. Se dice que los  que pueden no saben y los  que  saben no pueden.

 

A esta altura, uno no sólo se siente  interpretado por los  fallos de la Corte Internacional de Justicia.

 

Quizás uno se siente más en la línea del eterno   Atahualpa Yupanqui, que en uno de sus poemas  decía que uno siente  la partícula cósmica  que navega en la sangre, en un mundo  de infinitas  fuerzas siderales.  Y agregamos, que hay otras fuerzas, las terrenales, que cuentan con un magnetismo  vencedor.

 

Así pues, el derecho  internacional  en esta emergencia debe erigirse como el gran  legitimador democrático. Por  tanto, estos espacios de reflexión  nos permiten  tener  fe en el futuro  y sentir que sabemos y podemos  hacernos cargo de  una realidad  cargada de incertidumbre y  transformarla en un proceso pleno de realizaciones  y de cambios  para mejorar a la  sociedad.

 

¿Cuál es el primer  paso? No dudarlo, en las sociedades nacionales  debemos ser estrictos  en lo que se refiere  a  los programas de acción en materia internacional. Se trata de  generar un  derecho internacional afianzado con responsabilidad, atendiendo a los intereses nacionales  y  articularlos  con la  realidad internacional, con creatividad  y  ética. No se trata de cualquier  clase de  ética, se trata de la ética de la responsabilidad.

 

Hasta aquí el mundo de  lo  tradicional, de lo clásico.

 

Pero la pregunta  ineludible es  qué sucede   con esa realidad internacional ante  la innovación que  se planta en nuestras vidas. Cómo asumimos esa realidad con  las sombras de  Grocio  y Vitoria que se proyectan, necesarias pero insuficientes.   

 

Nos cuestionamos  de qué manera interpretamos el mundo  dependiente  e interdependiente,  unido y fraccionado, con el derecho internacional  que es la ley de la tierra. Pero la realidad  a veces  también se planta ante nuestros ojos.

Entonces, lo que sucede ,  es que sentimos  que la realidad internacional  está  conceptualmente más  cerca de  Mafalda  que decía :  "¿No sería más progresista preguntar dónde vamos a seguir, en vez de dónde vamos a parar?" "¿Y si en vez de planear tanto voláramos un poco más alto?

 

Levantemos  vuelo  conectados permanentemente en el porvenir.

 

Así  pues,   concluiremos este espacio  con  una  cita del discurso de Patrick Modiano en ocasión de  recibir  el  Premio Nobel  de Literatura de 2014,  haciendo  lugar al  mundo que  vamos a seguir, sin  planear  y tratando  de volar más alto, aunque sea  con respecto a los  medios  que nos rodean.

 

Modiano  dijo: “estaría curioso de saber cómo las  generaciones siguientes que nacieron con la internet, el celular, los mails y los tweets expresarán por medio de la literatura este mundo al cual cada uno está «conectado» en permanencia y donde las «redes sociales» merman la parte de intimidad y de secreto que aún era nuestro bien hasta una época reciente el secreto que daba profundidad a las personas y podía ser un gran tema novelesco. Pero quiero permanecer optimista respecto al porvenir de la literatura y estoy persuadido que los escritores del futuro asegurarán el relevo como lo ha hecho cada generación desde Homero…”

 

Ahora, es  el momento de buscar el relevo de  Hugo Grocio.

 

Nosotros permanecemos  conectados  y  optimistas, respecto al porvenir del derecho internacional  y de los hombres y mujeres a su cargo. 

 

En esta entrega tenemos  tres trabajos  muy apropiados para estas reflexiones, porque  tratan temas constitutivos  y  concretos para  encarar la realidad.  Los tres  enfocan  la tríada necesaria: la ética,  la responsabilidad  y la memoria  de los contenidos clásicos.